lunes, enero 18, 2010

Contando kilómetros y galería de "arte" XII

Esta Navidad le pedí a los Reyes un cuentakilómetros para la bici, y Papá Noel se adelantó y me lo trajo. Tras varios días de estudiar el manual, medir distancias entre rueda-transmisor-receptor (el imán a menos de 0'5 cm del transmisor, que está en un radio, y el transmisor a menos de 65cm en línea recta del receptor, que está en el manillar, luego lo pones en hora, miras la medida de tu rueda y eliges qué programa le va, pones el cuantakilómetros a cero, averiguas cómo se mete y se saca del enganche, pones las abrazaderas, te alegras de no haberlas ajustado bien porque tienes que sacarlas, que ahí no eran, las vuelves a poner y, esta vez sí, las ajustas muy fuerte...) después de todo, conseguí instalarlo yo sola y, lo mejor de todo, funciona perfectamente.

Desde entonces, he recorrido 52km en bicicleta, repartidos en 28'44 (sobre hielo y a 2 grados), 5'7 (sólo por el Malecón), 7'57 (ayer, para hacer un recado), y algo más de 9'68 porque me olvidé de pulsar el botón del nuevo cuentakilómetros a tiempo (hoy, a las 9 de la mañana, bajo amenaza de lluvia y con un frío que me congelaba las orejas, hasta que me he puesto las orejeras, pasando del ridículo. Total, el casco ya es de risa él solo, ¿qué más dan unas orejeras de peluche lila?).




Pdt.: Papá Noel también me trajo otra cosa que le pedí a los Reyes, y bastante mejorada, por cierto. Donde pedí 4 ó 5 botes nuevos de pintura, me trajo un maletín entero, con pinceles, paleta, trapo y barniz. Y claro, ¡había que estrenarlo!

martes, enero 12, 2010

En tierra de nadie


Nadie había definido mi estado mejor que el señor que me ha atendido esta mañana en el Vicerrectorado de Investigación: “ahora mismo estás en tierra de nadie”.
El caso es que algo que debería causarme por lo menos inquietud, tras el primer segundo de pánico, me ha dado la alegría del día. En tierra de nadie, en el limbo, en un paso fronterizo, en el silencio entre canción y canción, en la hora de las brujas, en las campanadas de Año Nuevo, en tierra de nadie.
No es necesariamente malo estar en medio de dos cosas, ni aquí ni allí. Debería, al menos, darme algún tiempo para pensar. O para actuar. O para tomar otro rumbo. Al fin y al cabo, nadie va a reclamarme…