Esta Navidad le pedí a los Reyes un cuentakilómetros para la bici, y Papá Noel se adelantó y me lo trajo. Tras varios días de estudiar el manual, medir distancias entre rueda-transmisor-receptor (el imán a menos de 0'5 cm del transmisor, que está en un radio, y el transmisor a menos de 65cm en línea recta del receptor, que está en el manillar, luego lo pones en hora, miras la medida de tu rueda y eliges qué programa le va, pones el cuantakilómetros a cero, averiguas cómo se mete y se saca del enganche, pones las abrazaderas, te alegras de no haberlas ajustado bien porque tienes que sacarlas, que ahí no eran, las vuelves a poner y, esta vez sí, las ajustas muy fuerte...) después de todo, conseguí instalarlo yo sola y, lo mejor de todo, funciona perfectamente.
Desde entonces, he recorrido 52km en bicicleta, repartidos en 28'44 (sobre hielo y a 2 grados), 5'7 (sólo por el Malecón), 7'57 (ayer, para hacer un recado), y algo más de 9'68 porque me olvidé de pulsar el botón del nuevo cuentakilómetros a tiempo (hoy, a las 9 de la mañana, bajo amenaza de lluvia y con un frío que me congelaba las orejas, hasta que me he puesto las orejeras, pasando del ridículo. Total, el casco ya es de risa él solo, ¿qué más dan unas orejeras de peluche lila?). 
Pdt.: Papá Noel también me trajo otra cosa que le pedí a los Reyes, y bastante mejorada, por cierto. Donde pedí 4 ó 5 botes nuevos de pintura, me trajo un maletín entero, con pinceles, paleta, trapo y barniz. Y claro, ¡había que estrenarlo!