martes, diciembre 08, 2009

Día D (de DEA)

Como no hay manera de poder sentarme en el ordenador a escribir, me vengo al portátil, porque si no, pasarán años antes de que pueda contar cómo me fue la defensa del DEA (o más bien lo que recuerdo, que no es mucho).

Después de los típicos dilemas con la ropa acabé poniéndome exactamente lo que tenía pensado desde hacía semanas. Una vez vestida me fui a la universidad yo sola, porque había pedido expresamente a mi familia que no viniera a la defensa. A la de la tesis sí, pero a ésta prefería que no vinieran, porque ellos sí que estaban muy nerviosos y… yo qué sé. Ahora me arrepiento, pero qué se le va a hacer. Total, que estaba arrancando el coche cuando me llamó mi directora histérica perdida preguntándome dónde estaba.

Fue un malentendido por parte de las dos. Las dos tuvimos la culpa. El caso es que llegué como media hora tarde, haciendo el loco por la autovía y saltándome un semáforo. Una gilipollez que nunca volveré a hacer porque no mereció la pena.

Como resultado, me perdí una exposición en la que estaba interesada, no tuve ánimos de ensayar la exposición, y tuve que dar mil explicaciones a mil personas diferentes sobre por qué había llegado tarde (cuando en realidad, a mi parecer, ¡¡llegaba bastante temprano!!).

Cuando por fin me llegó el turno otra vez, expuse en una sala en la que estaban: los tres miembros del tribunal, mi directora, mi amiga Lydia (que dijo que venía y vino), una chica del siguiente curso que acababa de conocer, un compañero de Ludovica al que le gusta ver lo que hago para luego hacerlo mejor, y más tarde se sumaron un amigo y su novia.

La exposición fue rara. Tengo un gran defecto que algún día será mi perdición. No me preparo suficiente las exposiciones. O sí lo hago, pero luego no hago nada de lo que tenía pensado. Es decir, me había pasado días preparando el power point y las tarjetas, sincronizando las palabras… y luego no miré más que la primera tarjeta y la fastidié en la última diapositiva, que expliqué como si viniera otra detrás, y el tribunal no se dio cuenta de que había terminado hasta mil años después de que hubiera dejado de hablar… un desastre.

Pero por suerte el trabajo en sí debe estar bastante bien porque a pesar de la exposición (aunque los que fueron juran y perjuran que no lo hice nada mal), la siguiente media hora fue un continuo desfile de halagos que nunca en mi vida había recibido.

Como resultado, todavía flotaba cuando me fui con mis padres y Lydia a tomar chocolate al centro comercial que hay frente a la universidad.

Pero como todo, las nubes no duran eternamente. Duró menos de veinte horas.

5 comentarios:

Ruth dijo...

Enhorabuena,mujer!!!
Ya has pasado por ello y ya lo tienes requetesuperado!!!!

xnem dijo...

La verdad es que no tengo ni iDEA de estas cosas, nunca fui a la de ningún amigo y yo salí a toda velocidad de la universidad, cinco años de sufrimiento fueron suficientes. Pero por los comentarios de algunos colegas, -algunos cum laude incluso- es difícil ser escritor y actor al mismo tiempo, si no es esa tu especialidad. Otro amigo suspendió su presentación del proyecto fin de carrera en arquitectura, era brillante, pero el tribunal decidió que no lo había defendido suficiente.

amelche dijo...

A comernos las uñas otra vez...

MeTis dijo...

un chocolate? yo me hubiera tomado un whisky!!!!!

animo mujer, que si hubo halagos seguro que fue por algo.

María dijo...

Gracias a todos!!!
Amelche, tendrás que comerte las uñas algún tiempo. ¿Para qué hablar de malos tragos cuando es Navidad? Un abrazo.
¡Metis! ¿Estás ya de vuelta? ¡Gracias por las postales!!!!