martes, noviembre 17, 2009

Víspera del día D (¿día c, o ch?)

Cuando nos enseñaron el abecedario en el cole, antes de la D iba la CH. Pero ahora, según tengo entendido, antes de la D va la C. Por lo tanto, si mañana es el día D, hoy tiene que ser el día C.
Como ven, sigo fiel a hacer cualquier cosa menos lo más importante en las vísperas de mis defensas, y para muestra un botón.
Mañana por la tarde, a una hora sorpresa, porque a nadie le ha parecido importante decírmelo, defiendo mi tesina, mi DEA o, como lo llaman ahora, mi trabajo de suficiencia investigadora.
Sé la ropa que me voy a poner, he elegido entre dos pares de botas, he comprado quitaesmalte para quitarme las uñas negras, y mañana iré a que mi tía me recorte el flequillo, para que no se me quede estilo Tintín si duermo en mala postura esta noche.
Tengo las diapositivas en Power Point casi casi acabadas, y unas cuantas fichas donde ahora copiaré parte de mi discurso por si me quedo en blanco.
Estoy relativamente tranquila en cuanto al tribunal se refiere. Como dije, parto de una matrícula de honor, así que, en principio, no tendría por qué hacerlo mal. Además, tengo controlados a los miembros del tribunal, si no los han cambiado a última hora. Uno de ellos, estuvo en mi tribunal de TFC, y fue el que más nos alabó. Eso a favor. En contra, que es experto en los contenidos del tercer capítulo de mi tesina, y habrá encontrado mil sitios por donde pillarme. O no.
A la segunda persona la conozco poco, pero compartimos mesa en un congreso y le pareció muy interesante todo lo que le conté de mi proyecto. Sobre su tema estrella tengo muy poco en mi trabajo, en el segundo capítulo, y está mencionado casi de pasada, así que no creo que suponga ningún problema.
En cuanto a la tercera persona, ayer tuve la primera noticia de su existencia y, si es la misma persona X sobre la que he estado investigando en Internet, tampoco debe suponerme ningún problema, al contrario, tal vez me diga cómo puedo continuar con mi estudio para la tesis. Es antropólogo o está especializado en Antropología. Al principio del trabajo, como todavía estudiaba Antropología, incluí varias cosas en la tesina, algo de etnografía y cosas por el estilo pero, cuando dejé la carrera, dejé aparcado el tema porque no había tiempo material para pararme a profundizar en cada cosa que me llamaba la atención. Por eso digo que, por su parte, no creo que haya encontrado nada incorrecto.
En definitiva, estoy preparada para aceptar las sugerencias, soy consciente de muchos errores, los conozco y sé cómo solucionarlos... yo creo que irá bien.

jueves, noviembre 12, 2009

Una noche en la ópera

El martes por la mañana viví uno de esos momentos de locura que le dan a todo el mundo: "Hoy no me levanto; estoy demasiado a gusto en la cama, calentita y cómoda; para lo que hay que hacer hoy... ¿a quién le apetecería ir a la universidad a una reunión con la directora del DEA para preparar la exposición del trabajo? Además, no tengo coche, tengo que coger el autobús. Decidido: me quedo a vivir para siempre en la cama".
Por suerte, me levanté. Pillé un autobús directo, nuevecito y muy cómodo, luego esperé a mi directora en el único banco libre al solecico y, en mitad de la reunión, me ofreció escribir un artículo juntas porque está tan impresionada con mi trabajo que me ha tenido que poner una Matrícula de Honor (¡!).
Cuando volvía a mi casa, me tiré del bus en la Gran Vía para hacer una visita a mi amiga Lydia y justo al pisar la calle, me llamaron al móvil para decirme que me habían tocado dos entradas para un concierto, en un sorteo al que me apunté el mes pasado en la biblioteca. Le escribí a Débora, vi a Lydia, dimos unos cuantos saltos en la calle, frente a su trabajo y blablabla. Volvamos al concierto.
Cuando me apunté no sabía ni de qué era; es más, cuando recogí las entradas no sabía ni de qué era. En Internet, descubrimos que era para la ópera Rigoletto. Y así, la segunda entrada, pasó automáticamente a mi padre, que le encantan todas esas cosas, y allá que nos fuimos anoche al Auditorio a ver una ópera por primera vez en nuestras vidas.
Tengo que admitir que Rigoletto nunca ha sido mi favorita, pero... es espectacular.
Cuando íbamos de camino, temía no entender nada y que fuera a durar horas y horas pero, gracias a los subtítulos (aunque a veces me olvidaba de leerlos), entendí casi todo y tampoco duró tanto.
Hay que decir que la historia tiene muchas lagunas y, como todos los personajes de obras tan dramáticas, son demasiado "arrebataos", que decimos por aquí, pero aun así estuvo muy bien. Muy recomendable.

miércoles, noviembre 11, 2009

Manchester Cap.6 Liverpool


Cada vez que pienso en Liverpool estalla en mi cabeza: Can't buy me looove, everybody tells me so, can't buy me loooooove, no no no noooooo.

Aunque en realidad, la canción que sonaba cuando llegamos era Help!, I need somebody, help! not just anybody, help! you know I need someone, heeeeeeeelp!


















Liverpool no se parecía absolutamente en nada a Chester o York; ni siquiera a Manchester.

Cuando bajamos del autobús, un viento huracanado amenazaba con tirarnos al puerto, y para cuando llegamos al Albert Dock (aunque yo siempre seguiré diciendo Albert Duck), empezaba a chispear. A mí el Dock me importaba tres cuartos, estaba muy chulo, pero yo quería salir de allí cuanto antes para cruzar la ciudad y llegar a la exposición de fotos de Cecil Beaton, uno de mis fotógrafos favoritos. Además, después de que en primavera fui a la exposición del Titanic en Madrid, las maquetas ya no me decían nada. "Yo toqué un trozo del Titanic", dije, y de pronto me vi rodeada de mis compañeros, que se dejaban impresionar con nada.

Cuando salimos, empezó la lluvia. El paraguas era inútil, pero por suerte llevaba el chubasquero. Peeero el resto de mi grupo no, así que salimos pitando no hacia la catedral, que quería ver una de nosotras, ni hacia Beaton, sino hacia un centro comercial muy grande, muy blanco y muy seco.

Después de que me sacaran a rastras de aquella enorme sección de chocolates, tiendeamos un poco y fuimos a comer. Y empezó a escucharse una música a lo lejos. Salí corriendo cuesta abajo dejando atrás a medio grupo, que sospechaba que Fernando Torres estaba en el hotel que teníamos a nuestras espaldas, y preferían no moverse, y me fui al puerto (otra vez al Albert Dock), donde estaban celebrando una especie de festival, y visitamos el autobús de la BBC. Estando allí vimos aterrizar en el agua a uno de los buses híbridos que te enseñan la historia de los Beatles por todo Liverpool. La próxima vez, me monto fijo.




Luego fuimos a ver The Cavern, o La Caverna, que es un sitio cutre-chulo. Nos hicimos mil fotos, y salimos a la calle. Y aquello... aquello era la música hecha calle. En cada esquina había gente tocando, y de todas las de tiendas y locales salía música (y no sólo de los Beatles). La gente canturreaba por todos lados y, de pronto, el sol pareció tener más brillo que en todo el viaje.

Más tarde volvimos (¡qué sorpresa!) al Albert Dock, porque allí es donde está el museo de los Beatles. Muy recomendable, excepto para claustrofóbicos histéricos. Al terminar la visita, me compré un par de cosas, entré en el Starbucks del museo y me pedí un chocolat cream y empezamos a andar hacia el autobús, que estaba como a 150 metros.




















Imaginad: yo, con zapatos de verano (es decir, sin calcetines ni botas impermeables), una mano con un batido, otra con una bolsa, la mochila a la espalda, el chubasquero y el paraguas en la mochila... y se pone a diluviar en cuestión de segundos. Y ahora imaginad que no soy sólo yo la que corre bajo la lluvia sin poder protegerse, sino 50 personas.

Reírnos nos reímos...

miércoles, noviembre 04, 2009

Julie & Julia


Anoche fui al preestreno de Julie y Julia, la nueva de Meryl Streep y Amy Adams.
Todavía no sé si me gustó; es de esas películas que me tengo que pensar si me gustan o no unos días después de verlas.
La película cuenta la historia de la cocinera televisiva Julia Child, en los años 40 y de la treintañera-fracasada-en-la-vida, en el 2002. Tanto una como otra estuvieron nominadas en los Oscar del año pasado, aunque claro, para Meryl Streep no tiene ningún mérito, porque siempre está nominada.
El caso es que la película está bien, en general, pero tiene un par de cosas que no me terminan...
Por ejemplo, está dirigida por Nora Ephron, directora de pelis como Tienes un e-mail o Embrujada que, vale, se pueden ver un domingo por la tarde comiendo tostones, pero tanto una como la otra tienen (o no tienen) algo que hace que no cuajen.
Por otro lado, la actuación de Meryl Streep resulta bastante rara, así como si estuviera borracha todo el tiempo. Por supuesto, no es que esté borracha y, de hecho, son esos movimientos casi espasmódicos y ese acento de personaje siniestro de los Simpson los que le dieron la nominación, porque la verdadera Julia era así de rara. Pero claro, ¡en España no hemos visto nunca el programa de Julia Child!
Otra cosa extraña de ver es que por lo visto la tal Julia era una giganta, y por eso cuando Meryl Streep está en una cocina, siempre te crees que está sentada o subida un taburete o algo, y cuando alguien la acompaña en esa misma cocina, la encimera le llega algo más arriba, con lo que nunca sabes si está de pie o qué. Además, se han empeñado en rodearla de personas más bajas, como Stanley Tucci, que unas veces es un gnomo y otras una persona normal (¡y encima hasta mitad de la película no sabes si es estadounidense como ella o francés!).
Para exagerar la altura, también le ponen a Julia unos zapatos descomunalmente enormes. Una cosa es llevar tacones, y otra que te pongas unos zancos y unas plataformas, y a la vez te quejes de que el lavabo es muy bajo.
Pero es que para colmo, cuando la ves sentada en un restaurante con otras personas, se nota un montón que le han puesto otro asiento bajo la falda porque, no es sólo que le veas el cuerpo un tercio más largo que el de cualquier otra persona, sino que en una escena incluso se nota el asiento a través de la falda!!
Y ya para terminar, todo esto tiene como consecuencia que para el papel de la hermana, fruto de exagerar tanto la falsa estatura de Meryl Streep, sí que han tenido que contratar a una giganta de verdad, completamente desproporcionada, que tiene por marido al señor más pequeño del mundo, con lo que todo queda raro de más.

Y ya hablando de otras cosas, Julie decide, por unos u otros motivos que no voy a contar, escribir un blog sobre cierto tema, como un reto, como algo estable en su asco de vida; algo que por fin no vaya a dejar a medio.
Y viéndola recordé la emoción de cuando recibí mi primer comentario, y la sensación de no saber exactamente cuánta gente te lee, si es que te lee alguien, y el estrujamiento mental que supone tratar de escribir cada vez mejor para tus lectores, sean 2 o sean 1000.
Y pensé en el camino que ya he recorrido con el desván y el que queda (si es que queda) por recorrer.
Y decidí que tal vez ha llegado el momento de ir cerrando frentes abiertos y, cuando estén atados y bien atados, empezar un nuevo camino, con un rumbo diferente.


Pdt.: Recomiendo ir al cine con el estómago bastante lleno.