viernes, septiembre 28, 2007

Historia de un atropello frustrado

Aunque prometí que escribiría el siguiente post sobre comidas raras, y ayer decidí que escribiría sobre el conciertazo de ayer, la actualidad manda.

Dicen que cuando estás a punto de morir toda tu vida pasa por delante de tus ojos. Es una leyenda urbana tan falsa como otra cualquiera.
He estado a punto de morirme muchas veces, pero de todos es sabido (al menos la gente más próxima a mí) que mi ángel de la guarda trabaja mejor que nadie y me ha librado de toda clase de accidentes.
En todas esas veces que he estado a punto de morir (o de sufrir un accidente importante) nunca, y digo nunca, se me ha pasado nada revelador por delante.
Recuerdo una vez, en mi antigua casa, que di un pequeño resbalón en la bañera estando arrodillada. Sólo quedó en un susto y conseguí mantenerme sobre las rodillas; por curiosidad, calculé mi trayectoria, y mi sien derecha hubiera ido a parar directamente sobre el grifo.
En aquella ocasión no vi nada.

El verano pasado, cuando trabajaba en la radio, tuve un accidente bastante estúpido y muy peligroso, pero lo único que se pasaba por mi cabeza era mala leche porque nadie se daba cuenta de que me estaba muriendo.

Hace unos 10 minutos, iba yo andando tranquilamente por la calle y el peligro ha vuelto a acecharme. Venía de casa de mi abuela con una caja de galletas bajo el brazo. En el camino hacia aquí hay un cruce pequeño, de un carril, con dos pasos de peatones sin semáforo. La visibilidad era perfecta: no había coches mal aparcados, las farolas no estaban fundidas... Un tío con un coche negro venía a toda velocidad por mi derecha. Aunque tenía yo la prioridad, acostumbro a no fiarme de los coches, así que me he parado unas décimas de segundo. Él ha hecho amago de frenar ante el cruce, he dado por hecho que me había visto y que pararía, pero el tío ha mirado a su derecha y ha pegado un acelerón.
El aire que arrastraba su coche me ha movido la falda, lo he sentido en la pierna, frío, anticipando un gran dolor. No había entrañables imágenes de la infancia, frases lapidarias ni nada por el estilo. Sólo se me ha pasado por la cabeza que el muy cabrón me iba a atropellar.
Desgraciadamente, hay veces que mi mente y mi boca van por caminos distintos, y sólo he podido gritar un absurdo "¡oiga!".
El muy cabrón ha parado a escasos centímetros de mi pierna, mientras la gente se llevaba las manos a la boca; ha hecho una horrible mueca parecida a una sonrisa y me ha dicho con gestos que estaba mirando a su derecha.
Entonces, si me atropella, me parte la pierna y me arrastra varios metros, ¿tengo que disculparle porque el pobrecillo ha acelerado y se le ha olvidado mirar hacia delante?

Os dejo un cutre-croquis de mi atropello.



6 comentarios:

amelche dijo...

Menos mal que fue sólo frustrado. Hay muchos peligros que nos acechan diariamente, somos unos supervivientes.

Anónimo dijo...

Joeeee, la gente es la ostia conduciendo, a mí me ponen de muy mal humor siempre que voy al volante. La próxima vez no grites "oiga!", mejor tírale un piropo del estilo "hijo de puta!", eso le hará sentirse peor y llevar más cuidado la próxima vez

María dijo...

Pues sí, amelche, menos mal; si no, me hubiera costado un disgusto.

María, el caso es que mi cabeza gritaba "joputaaaaa!!!", pero mi boca no reaccionaba.

Ludovica dijo...

María, haz caso a mis premoniciones!Yo también estuve a punto de pegármela a la salida de la UCAM. No vi que detrás de una furgoneta venía otro coche que la adelantaba (mal hecho) y salí. Mi cara y la de la chica eran un cuadro.

xnem dijo...

Bueno ya sabes que el 80% de las enfermedades y los accidentes son psicosomáticos. Tienen como utilidad vital ponernos las pilas y decir que está pasando, eso se descubre con una tranquila reflexión.
Yo he estado un par de veces a muy poquito de tener accidentes graves o peor.
Ahogado en las traicioneras corrientes del Cabo de Gata almeriense que no te permiten regresar a la orilla y uno muy parecido al tuyo con una furgoneta. No había tráfico, yo iba pensativo, se puso verde y automáticamente pasé, una furgoneta se saltó el anterior semáforo y pasó ante mi a toda velocidad sin ni siquiera verme, yo noté el viento en mis narices, un paso mas y no lo cuento, no le hubiera dado tiempo a mi vida a pasar por delante hasta después de caer, lo que mas me impresionó fue ver la cara de un señor que había visto toda la escena perplejo desde la otra acera; “Le ha faltado poco” dijo.
Que falte.

Salud y trata de ver que está pasando en tu vida que te distrae. En la del conductor seguro es serio.
bso

if dijo...

Tu historia me recuerda a la de Caperucita. Llegas tú de casa de tu abuelita con las galletas y el lobo, o el leñador, elige tú, casi se te cargan. En fin..., que no hay que fiarse de los coches ni parados.

Cuídate mucho, ¿vale?

(hay una pequeña corrección en mi post :S)