El chisme llegó y nos dejó tiradas en el monte. Según la de las entradas, teníamos la parada de Lago a 20 minutos. ¿20 minutos en qué dirección, cacho perra? Después de llorar para mis adentros durante un rato, tiré para abajo en dirección al parque de atracciones, porque sé que desde el metro se ve la entrada. Pero eso estaba muy lejos. Por suerte, en Madrid son muy quejicas con eso del calor y lo de las altas temperaturas que daban por la tele era una exageración, así que al menos no morimos asfixiadas. Anduvimos durante mucho rato, horas, semanas, años, dos vidas, y llegamos a la verja del parque, que estaba entreabierta y nos colamos. Mi prima tenía miedo por si nos pillaban y yo rezaba para que lo hicieran… y nos pillaron. El hombre nos dijo que si seguíamos bordeando el parque llegaríamos a Batán, que está a tomar por saco de la parada que buscábamos. Seguimos las instrucciones, y tres años después encontramos las vías del metro, que por esa zona va al aire libre. Por desgracia hay una valla muy alta, así que no me pude tirar, que a esas alturas de la vida era lo que yo quería. Un rato después, llegamos al metro. En total, tres cuartos de hora interminables triscando por la Casa de Campo. Por supuesto, no llegamos a comer con Ludovica.
El plan de la tarde, una vez descartada cualquier cosa que yo quisiera hacer, era bien sencillo: unas compras muy muy puntuales en la Gran Vía (un libro que llevaba años esperando a que saliera en español y que por fin había visto esa mañana, y una botella de agua pija para mi hermana), Reina Sofía, Tyssen y Prado, y cena en la Plaza Mayor.
Por la Gran Vía vimos a uno de Aquí no hay quien viva, y en el Vips mi prima reconoció a un actor de Yo soy Bea, que le gusta un montón. A pesar de que llevaba todo el viaje diciéndole “aprovecha y haz lo que quieras, que lo que pasa en Madrid se queda en Madrid” no se atrevía a acercarse a pedirle un autógrafo ni foto ni nada, así que tuve que ir yo, que ni me iba ni me venía y decirle: “disculpe, ¿le importaría hacerse una foto con mi prima, que tiene una vergüenza que se muere?”. Les hice una foto con mi móvil nuevo y le solté: “infinitas gracias”.
Cuando llegamos a la puerta del Tyssen, mi prima se paró y estuvo como 10 minutos decidiendo a cuál quería ir primero. Por mi parte, pasaba totalmente del Reina Sofía, tenía bastante interés por el Tyssen y veía obligatorio ir al menos a lo de Sorolla del Prado porque el resto lo he visto ya dos veces. Al final, decidió que sólo íbamos al Prado. Llegamos, hacemos cola, le doy mi tarjeta del paro a la de las entradas y, por suerte, quedaban 6 para ver a Sorolla. Empieza a gestionar la entrada de mi prima, nos cuenta nosequé y, entre pitos y flautas que me importaban un bledo, se terminan las entradas y me quedo sin ver a Sorolla. Y va y me dice: “Anda, qué fallo, pensaba que al habértela marcado no la podían coger. ¿Te importa venir otro día?”. “Pues hombre, me pilla un poco lejos”, le digo. Y no sigo con la conversación porque de recordarlo todavía me cabreo más.
Al entrar le expliqué a mi prima que había muchísimos cuadros, que quedaba una hora para cerrar y que había que elegir salas porque no daba tiempo a todo. No sé por qué, la tía no me hace puñetero caso y no se cree lo que le digo, así que entramos… y media hora más tarde habíamos terminado de ver la primera sala. “Carmen, te lo digo enserio, vamos a ver a Goya y Velázquez, que nos echan sin que los hayas visto”. Y nada, ella empeñada en leer cada nota de cada cuadro. Pues eso, nos echaron. Por más que corrimos delante del segurata, al final nos quedó bastante por ver. ¡Pues todavía va y se enfada porque no nos había dado tiempo!
Nos sentamos en el césped a tomar el fresco, como toda la gente que había salido con nosotras, a decidir lo que íbamos a hacer para la cena:
-¿Vamos a tal sitio a cenar nosequé?
-No, si no tengo hambre.
-Ya, pero para cuando lleguemos sí tendrás. ¿Vamos?
-Lo que tú quieras.
-¿O este otro?
-Lo que tú quieras.
-¿Vamos a la Plaza Mayor y nos tomamos un bocata de calamares?
-Yo no, pero si tú quieres…
-¿Vamos y tú te pides otra cosa?
-Vale.
Esa era la conversación textual. Una hora después, fui capaz de traducirla:
-¿Vamos a tal sitio a cenar nosequé?
-No.
-Ya, pero para cuando lleguemos sí tendrás. ¿Vamos?
-No.
-¿O este otro?
-No.
-¿Vamos a la Plaza Mayor y nos tomamos un bocata de calamares?
-No.
-¿Vamos y tú te pides otra cosa?
-Atrévete, que verás.
Como en ese momento todavía no sabía lo de la traducción, allá que fui, súper contenta con la idea de que por fin nos fueran a dar más de las 10 en la calle. Así que: caminata, metro, paseo, y llegamos a la Plaza Mayor. Atención ahora, porque es cuando se nos cruzaron los cables a las dos:
-¡Anda! Una feria africana, ¡vamos a verla!
-No, hay mucha gente y me agobio.
-Bueno, pues vamos a elegir un sitio para cenar.
-¡¿Qué?! ¿Qué no sabes dónde vamos a cenar?
-Vamos a elegir; los bares están por todos los bordes de la plaza.
-Cuando has dicho de venir creía que sabías el sitio exacto.
-Su hubiera sabido el sitio exacto te habría dicho: “vamos a casa Fulanita”, pero te he dicho “vamos a la Plaza Mayor”, ¿verdad?
-Pues no voy a dar un paso más.
-¿Que qué?
-Que no voy a ningún lado, estoy cansada.
-Carmen, hemos llegado hasta aquí, y aunque nos fuéramos ya, tenemos que volver a andar hasta el metro, y aun así tendremos que cenar algo!!!!! Vamos a sentarnos, y en una hora nos vamos.
-Como sigas así te digo que me lleves a la estación y me voy.
-Como sigas así te dejo en el hostal y me voy por ahí sin ti. Además, que te has creído que voy a coger ahora dos metros para llevarte a ti a la estación.
Seguimos así un rato, hasta que le dije que a partir de ahí mandaba única y exclusivamente ella, que me dijera exactamente lo que teníamos que hacer, que yo no tenía ganas de discutir y fastidiar todo el viaje al final.
Llegamos a nuestro sitio, cené el nosequé de nosedonde que había propuesto al principio, y vi la tele hasta tarde. Seguimos lanzándonos puícas toda la noche y a la mañana siguiente nos vinimos. Ya en el tren, como tengo la feísima costumbre de leer periódicos que tiene otra gente, me enteré de que se había muerto Michael Jackson. Por supuesto, no se lo creyó, y tuve que ponerle la radio del móvil para que lo escuchara ella misma.
Y ya está. Me ha llevado bastante rato y voy a necesitar varios posts para que no os aburráis, pero por fin he conseguido contar entero uno de mis viajes a Madrid. En contra de lo que pueda parecer, mi prima y yo nos llevamos estupendamente y nos lo pasamos bien. Me habría gustado hacer otras cosas, pero… es lo que tiene viajar acompañada, que hay que mirar por dos y dar el brazo a torcer muchas veces. Supongo que podré escaparme un par de días en septiembre antes de que quiten la exposición; la tienda, si merece la pena, seguirá ahí; habrá más musicales para ver…
Próxima parada: ¿? Otro día.
3 comentarios:
leyendote, se me han quitado las ganas de tener hijos.
pero me han dado mas el volver al Prado. Yo soy como Carmen, leyendo cada cartelito jeje.
pero que bien te lo pasaste aunque fuera con una niña! yo firmaba para ir.
saludos.
Donde se cruzan los caminos,
donde Sorolla llora por ti,
siempre hay mil pergaminos,
pongamos que hablo de Madrid.
(Mala adaptación de Sabina).
Un saludo.
Metis, cada uno educa a sus propios niños. Y claro que me lo pasé bien!!! Hay que pasárselo bien en cualquier momento y lugar! Como leí anoche a las 2 (y mira la hora que es ahora; para que luego diga X que me quejo del calor), lo importante es tener a alguien con quien compartir los recuerdos.
AH, mala no, jeje, original. BIenvenido a estos mundos.
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