lunes, enero 28, 2008

Dios mío...¡que me voy de viaje!

Madre mía, estoy atacadísima de los nervios!!
Mañana a estas horas estaré sobrevolando vuestras cabezas hacia la otra esquina del país.
Llevo más de un mes planeando este viaje, y he hablado de él continuamente desde hace días pero... parece que nunca terminas de hacerte a la idea de que te vas de viaje hasta que un día te acuestas y de pronto vuelves a encender la luz, miras el calendario y dices "dios mío, pero si me voy pasado mañana!!", que es justo lo que me pasó a mí el otro día.

Ahora mismo estoy atacadísima de los nervios, con la maleta sin hacer, y hablando muy muy rápido, y eso que estoy sola en mi casa!! (Uf) Pero por lo menos he conseguido terminar la lista de todas las comunicaciones a las que quiero ir.

Tengo una maleta nueva, unas botas de agua (que seguramente no me llevaré), un abrigo nuevo y unos bambos nuevos... guantes, bufandas, gorros... ojalá nieve!

Hoy ha tocado día de visitas. Mi familia está siempre muy pendiente de mí, así que desde hace dos días no para de llamar gente y de invitarme a su casa, y a tomar cafés, y de decirme "llévate esto", "llévate esto otro", "has llamado a la tita Carmen?" (ups, al final no la he llamado).

En fin... que os dejo por unos días, ya os contaré. Pero ahora me voy corriendo a por unas cosillas que me faltan y a hacerle la tercera visita de hoy a mi abuela. BYe!

viernes, enero 25, 2008

Spice Girls Capítulo 3

Madrid, 23 de diciembre. Día D. Más cerca de la hora H.
Otro día continuaré hablando de mi extraño paseo por las calles desiertas de Madrid, pero ahora hay que seguir con las Spice Girls.

Toda mi vida había querido ir a ver a Alaska, pero tengo que decir que esa espera fue mucho más corta que la de este concierto. Todo el jaleo empezó en junio o julio, cuando Yosua me comentó lo de la gira. Automáticamente me apunté al viaje, aunque no pudiera ir al concierto: quería estar en Madrid una noche así.

Pasaron las semanas, y entonces hubo que apuntarse a un sorteo que te daba opción a comprar 6 entradas antes de que salieran a la venta corriente.

Los últimos días de septiembre empezaron a salir los ganadores de los sorteos de cada ciudad a la que iban. Por fin, a primeros de octubre salió Madrid y me tocó entrada. Sin pensarlo ni media vez más, la pagué y luego comuniqué en mi casa que era de verdad que me iba.

Siguieron pasando las semanas, y luego los meses y, por fin, llegó la semana del concierto. Me puse mala, empezamos a oír rumores de que se iba gente a la calle, y nos finiquitaron, así que tampoco cobramos la extra hasta mucho tiempo después (ya en enero). Todo esto ayudó a deslucir considerablemente mi semana favorita del año: la de antes de Navidad.
Aviso para el año que viene: ni conciertos, ni viajes, ni nada; que nada ni nadie me moleste esa semana, porque me enfado.

Todo este tiempo, unos cinco meses, de pronto se convirtió en diez años.
Pasó en la cola, cuando llevábamos en la puerta del Madrid Arena más de dos horas. Quedaba menos de un metro para llegar hasta la valla; estábamos cogidas del brazo para no separarnos, como si fuéramos amigas de toda la vida (conocí a las amigas de María apenas unas horas antes).

Acabábamos de pasar uno de los peores momentos de nuestra vida cuando la gente del final y la de los lados habían empezado a empujarnos (la peluca naranja gigante que llevaba en la mochila me salvó, de verdad), pero allí seguíamos nosotras, bastante separadas unas de otras pero agarradas como si nuestra vida dependiese de ello. En ese momento, fue cuando pasaron los diez años. Por un segundo dejé de estar en la cola y volví al patio del colegio, a la cinta de cassette, al póster que rompí porque un día me peleé con mis amigas por culpa de las jodías Spice, a la pulsera de Victoria que, de repente, todas queríamos porque era la única que había en la tienda (y nos volvimos a pelear), volví al día en que nos disfrazamos de Spice Girls y había una repe porque éramos seis...


Seguirá continuando...

miércoles, enero 23, 2008

Spice Girls Capítulo 2

Madrid, 23 de diciembre. Día D.

El despertador sonó sobre las 6, o quizá era antes. Varias veces más, me negué a salir de la cama a aquellas horas, así que los otros tres cogieron lo que quedaba de la caja de donuts que habíamos cenado por la noche (único sustento que se llevaban para todo el día; ni agua ni nada de nada), sus pelucas, sus boas y una manta, y se fueron. Aquí termina mi historia con ellos hasta muchas horas más tarde.
Ya que estaba despierta (en la calle Fuencarral todavía había mucho jaleo a esas horas), hice una lista de todos los sitios a los que tenía que ir esa mañana, y me volví a dormir hasta las 8:30.
No sé si fue por el despertador, o por el silencio sepulcral que había de pronto en la calle, pero me vestí y me lancé al exterior.
Un domingo a las 9 de la mañana no hay NADIE en Madrid. Pues mejor para mí. En lugar de tropezar con la gente o hacer cola para pasar entre una pared y un quiosco, tenía que andar dando vueltas sobre mí misma para asegurarme de que nadie se me acercaba, pero eso era lo de menos. Lo mejor era que tenía Madrid para mí solita.
La calle Fuencarral sí que daba un poco de miedo; al salir sólo me tropecé con tres prostitutas y dos barrenderos. Nadie más.
Así que eché a andar sin rumbo ni destino. Al llegar a uno de los extremos de la Gran Vía pasó algo. Iba yo sola, como en una peli de miedo, y de pronto me encontré rodeada de policías y ambulancias del SAMUR. Había por lo menos 20 agentes y varios coches que bloqueaban todo un carril. Y allí, en medio, yo.
Tenía la horrible sensación de no tener que estar allí en ese momento, pero no parecía que ninguno de ellos me hubiera visto. Me paré en seco intentando ser invisible y rezando para no estar en el centro de algo grave.
Entonces fue cuando vi el coche destrozado y el cristal roto. Más tarde, mi hermana me habló sobre un alunizaje que salió en las noticias, así que sería eso.
Tenía pensamientos de ir a San Ginés a desayunar pero como no me pillaba de camino, seguí andando. Así, llegué hasta el Café de Gijón, donde sólo había un señor, que me tomó por madrileña, y charlamos sobre los turistas. Aqúel lugar es fascinante. Sus paredes han sido testigos de la historia, de la literatura, del arte...

Continuará...

lunes, enero 21, 2008

Spice Girls Capítulo 1

Bueno, ya está bien de remolonear por aquí sin escribir nada, sobre todo porque cosas para escribir se me ocurren a montones. Así que vamos a empezar, por ejemplo... con las Spice Girls, que ya toca.
Madrid, sábado 22 de diciembre de 2007.
Para ponernos en situación, hay que recordar que a mitad de esta semana estuve fatal del estómago, y el viaje se vio en serio peligro. Día del sorteo de Navidad, en el que no me tocó nada.
Habíamos llegado a Madrid a mediodía, recortamos el flequillo de una peluca para que Yosua se disfrazara de Mel C, salimos a comer (pero yo no comí nada), y luego de paseo a la Plaza Mayor, para comprar algo para disfrazarnos en el concierto. Compramos pelucas como las del 11811 de varios colores y algunas gafas y cuernos de reno con luces de colores, y nos paseamos por allí con esas pintas. Allí vimos a dos profesores de la uni a los que por supuesto no saludamos, por razones obvias. Luego fuimos a la Puerta del Sol, donde había una concentración de un foro de las Spice al que pertenecían dos de nosotros.
Allí, a Luxi y Gloria se les empezó a pasar por la cabeza que esos fans iban a irse ya a la cola (eran las 19h, y el concierto empezaba a las 21:30 del día siguiente), y que estaban tramando planes para que nosotros pensáramos que iban a ir mucho más tarde para en realidad ir ellos antes...
Al llegar al hostal, la cosa empezó a preocuparme porque ellos ya hablaban en serio. Yo no entendía que se quisieran ir a las diez de la noche al lugar más peligroso de España: la Casa de Campo. "Os van a robar hasta las entradas!!" les decía yo.
En ese momento, cogí el móvil, llamé a María, que estaba con unas amigas en otro hotel y les pregunté que cuándo iban ellas. "Después de comer", me dijeron; "me voy con vosotras", les dije.

Y entonces Sherezade dijo: "Si esperáis a mañana conoceréis de las muchas aventuras que acontecieron el día del concierto en un Madrid aparentemente plagado de gente..."

lunes, enero 14, 2008

Se armó el belén (y luego se desarmó)

Ya estoy aquí de vuelta, después de una necesaria semana de meditación y reflexión.
Aunque hace días que la Navidad terminó, como "hasta San Antón Pascuas son", aprovecho la tarde de hoy para hacer una muestra de belenes. Éste primero, es el que montamos en mi casa desde tiempos inmemoriales. Bueno, inmemoriales no; recuerdo cuando mi madre le regaló a mi padre las tres figuras principales. Sería su santo, o sea, el día del padre, porque estábamos en casa de mis abuelos, concretamente en la cocina. Eso tuvo que ser... allá por el 93, o incluso antes.
Con el tiempo, mi madre fue comprando el resto de figuras en escayola, y las pintó ella misma.
Es muy bonito, precioso, pero con su llegada se terminó aquello de "montar el belén", ya que estaba totalmente prohibido tocarlo, acercarse a él y, sobre todo, mover las figuras.
Lo ponemos dentro de la chimenea, que queda muy bien.

Éste otro es el que poníamos antes, que seguramente sería el que ponían mis abuelos. Vamos, el de plástico de toda la vida, que me tiene totalmente enamorada. Me gusta muchísimo.
Hace unos años empecé a construir un belén en la playa, para poder poner estas figuras en algún lugar.
Pero este año, por fin, he conseguido convencer a mis padres de que el zapatero de la entrada, aquí en Murcia, era el sitio perfecto para colocarlo.
Un día de noviembre o primeros de diciembre, alguien tuvo la maravillosa idea de hacer una fiesta de disfraces. Pero no unos disfraces cualesquiera, sino de personajes del belén; es decir, Papá Noel tenía la entrada vetada a la casa de Ludovica, que fue el escenario de este belén tan surrealista.
La fecha ya lo adelantaba: 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes. ¿Qué no iba a pasar un día como aquél?
Cuando llegué con una pastora a su casa, salió a recibirnos un perro desconocido, perteneciente a una señora desconocida que se había apuntado a la fiesta. Claro, si pones en la puerta un cartel que dice: "Si todavía eres inocente, pasa y tómate algo", ¿qué quieres que pase?
Posar para esta foto fue el momento más raro de mi vida, de verdad. Por eso la cuelgo aquí, excepcionalmente, porque la ocasión lo merece.