miércoles, marzo 24, 2010

Cuatro años

Tal día como hoy, aunque viernes, hace cuatro larguísimos años, empezó todo.
Empezó en una clase de Tecnología de la Información y la Comunicación, con dos líneas y media, una corta presentación, y un sencillo "Bienvenidos!!".

jueves, marzo 18, 2010

Feliz cumpleaños


Hace meses, cuando fue mi cumpleaños, decidí no cumplir 24 sino 21 bis. Fue una de esas tonterías pre y post cumpleaños, que justifiqué diciendo que, desde la graduación, el tiempo me había sabido a poco y que iba a recuperarlo.

La tontería no fue a más,principalmente porque nunca me acuerdo de cuál es mi verdadera edad, pero el caso es que por fin, anoche, cumplí 24 años.


Después de hacerme mucho de rogar, salí a cenar con unos amigos y compañeros de la tele, de cuando trabajábamos en el Ven y cuéntame. Yo me fui de la tele en cuanto terminamos el programa, pero casi todos ellos todavía trabajan allí o lo han hecho hasta hace pocos meses.


El caso es que, tras la pregunta de rigor (¿tú qué haces ahora?), yo poco más tenía que decirles. Ellos seguían gastando las mismas bromas, hablando de la misma gente, de las mismas puñaladas traperas, de los trepas, los enchufes, la gente que no trabaja, los programas nuevos, los que terminan, los líos entre los presentadores, la gente que ha entrado nueva y los que se han ido.


Comprobé con gusto que había olvidado nombres y caras y, sobre todo, que no me importaba. Desde que me fui, tras esos absorbentes 6 meses (¡ni que fuera toda una vida!), mi vida ha girado en torno a otros temas, proyectos y personas.

Ayer vi que yo sí que había cumplido 24 años.

miércoles, marzo 17, 2010

Poesía

La semana pasada dedicamos toda la clase de Creación literaria a la parte que más me gusta de la poesía: la métrica.
Sé que es raro, pero es así. No me gusta la poesía, me aburre y no la entiendo. Lógicamente, hay poemas de Machado, Miguel Hernández, Bécquer y algunos más, que es inevitable que gusten. Pero por lo general, sólo acepto aquellas poesías que tengan rima y, sobre todo, que sean métricamente correctas. Me gusta el soniquete que tienen, como aquello de: La princesa está triste/¿qué tendrá la princesa?... o Con diez cañones por banda/viento en popa a toda vela...
O mejor aún, las rimas de los caramelos de Semana Santa:

Quisiera ser pajarito
para en tu boca picar
Pero como soy caramelo
tan sólo me vas a chupar.

Por eso he pasado tremendamente aburrida las últimas clases y escribiendo cosas sin sentido. Admito que no se me da nada bien escribir sobre sentimientos, y parece que todos los poemas tengan que hablar de ellos. Por eso, ante la falta de sentimientos, me vi completamente incapaz de escribir los poemas que pedía el profesor, de versos libres y sueltos, hasta el otro día, donde por fin pude inventar un sentimiento y camuflar su falsedad entre métrica y rimas.

Porque digo yo: ¿qué sentido tiene un poema si no rima, si no mide lo que tiene que medir y si encima te inventas lo que dices?
Si hay algo que se me da realmente bien, hablando de poesía, es medir versos; no conozco nadie que los mida más rápido que yo. Por eso, una vez puesto el chip cursi en mi cabeza e inventado una falsa historia, sólo me llevó un par de minutos escribir esto:

Cae la tarde con melancolía
cae la tarde y otro día se va
Se va el día y con él mi alegría
se va porque ya no te veo más.

Es cutre, repetitiva y mala, pero tiene una métrica prácticamente perfecta.

Buena poesía, de verdad, aquí.

miércoles, marzo 10, 2010

Castellón

Tranquilidad, gente, que ya estoy de vuelta.
El misterioso viaje (si no escribo las cosas misteriosamente carecen de todo interés) era a Castellón, a visitar a mi tía Carmen y su gente, que viven allí. Como ven, el viaje no tiene ningún misterio.
Era un viaje que llevaba un par de meses queriendo hacer, y que empecé la semana pasada tratando de huir. ¿De qué? De todo. Pensaba pasarme allí una temporada, tal vez un par de semanas, para meditar, pasear sin rumbo, perderme en calles desconocidas y quién sabe qué más. Pero, como dicen en Nada, una novela que me ha acompañado (¡literalmente!) durante el viaje, "de nada vale correr si siempre ha de irse por el mismo camino, cerrado, de nuestra personalidad". Y esta frase acudía una y otra vez a mi mente, tras cada plan frustrado. Así que, cuando había hecho mi visita y tras admitir que no iba a llevarme NADA de allí, me vine.
Llegué a Castellón el viernes, ya que las fiestas de la Magdalena empezaban el sábado. Desde que llegué, empecé a lamentar uno de los defectos de mi tía (que aunque la quiero un montón, los tiene), y es que tiene como mayor deseo en la vida que me eche novio. Lo que yo no sospechaba era que ella quería que fuese durante las fiestas. Así que desde que pisé la ciudad (o antes; yo diría que desde que subí al taxi), tuve la sensación permanente de que mi tía trataba de venderme a todos los hombres menores de 35 años que nos cruzábamos: el taxista, el de la farmacia y hasta un peluquero (que yo juraría que era, no gay, sino muy gay) tuvieron que escuchar que estaba soltera, en edad de merecer (como decimos por aquí), y que estaba disponible para ir a las fiestas, sobre todo las nocturnas.
Otro defecto es que habla. Habla muchísimo. Cuenta cosas de su infancia, de ayer, de mañana, del uno, del otro, de gente que conoces, de gente que no... con un ansia por contar todo exactamente que vuelve sobre sus palabras para corregirse... Cuando viene de visita está bien, pero cuando estás cuatro días sin poder hablar (porque te corta para seguir hablando), te abruma.
La primera noche no salí. Haberse levantado a las 5 es una excusa perfecta.
El siguiente día estuvo bastante bien porque mi prima, que es profesora en Cataluña, llegó el viernes noche. Fuimos a ver la mascletá desde una distancia poco prudente: una traca como las que hacen aquí cuando suben o bajan a la Virgen, con algo más de fuerza al final. Esto, por supuesto, no lo dije en voz alta (porque hubiera podido morir), y tuve que hacerme la sorprendida para integrarme en el grupo. Luego comí fuera con mi prima (mi tía se enfadó porque tardamos mucho). Después mi tía me obligó a dormir la siesta (para que pudiera salir más tiempo por la noche).
Por la tarde fuimos a la feria con el niño (en la casa había un niño), una amiga de mi prima y su hija, y otra amiga. Volvimos a por la cena (un bocadillo demasiado grande), fuimos a ver el castillo de fuegos artificiales, volvimos, y nos fuimos de fiesta a un par de collas.
Las collas son como las tascas, pero que sólo las abren en las fiestas. ¡Ah! y montadas y mantenidas por un grupo de amigos. Dejé a un lado mis prejuicios (por el tema de salidas de incendios, controles sanitarios y demás) y traté de pasarlo bien. Y así hasta las 6 y 20 de la mañana, cuando regresé a la habitación helada (porque en esa casa, aunque hiele, siempre hay ventanas abiertas). Diez minutos después empezaba la despertá de cohetes para ir a la romería.
Ese día era fiesta, y estaba casi todo cerrado, así que la salida fue por la tarde, cuando mi prima ya se había ido, y mientras llovía, a buscar una farmacia de guardia durante dos o tres mil horas. Ese medio día habíamos comido lomo braseado porque mi tía se empeñó en que cocinara yo. Yo avisé. Pero estaba bueno. Cuando mi madre llamó, inventé la conversación para que pareciera que me estaba mandando volver (por suerte, el martes era el cumpleaños de mi padre). Tenía que volver a Murcia costase lo que costase.
Cuando compré el billete me pareció genial tener sólo el de ida, pero tengo que admitir que es una vía de escape genial y segura, y no volveré a viajar sin él en muuuucho tiempo. La razón: mi tía se tomó como una ofensa personal que me marchara tan pronto, y trataba por todos los medios de que me quedara y/o me sintiera muy culpable.
El lunes fuimos, desafiando a la congelación, a ver el desfile infantil, que es como el Bando infantil, pero peor. Por suerte, en una hora nos fuimos y pude ver algo de la ciudad, aunque seguía estando todo cerrado. Por la tarde, el primo de mi madre, el padre del niño, nos llevó a Benicasim y pude ver el mar durante unos minutos. Luego fuimos a la estación y compré el billete.
Ayer, me pesa en el alma decirlo, ocurrió un milagro y el niño y yo pudimos salir solos a la calle. Compramos algunos regalos, correteamos por ahí, tomamos un aperitivo, y tomamos el sol, aprovechando los últimos minutos libres hasta la una, cuando comimos lo mismo de siempre y me vine.
En la estación, charlando con un señor de Cartagena, recuperé mi acento murciano; luego entré en calor y me volví a mi casa, al punto donde estaba cuando me marché. O casi.

jueves, marzo 04, 2010

Otro retiro espiritual

La verdad es que parece que ya le estoy echando morro a eso de los retiros espirituales, como el que empieza mañana.
Pero oye, si algo bueno tiene que tener aquello de estar en standby, en tierra de nadie, entre dos mundos o sencillamente, en paro, es poder irte por ahí cuando te venga bien. Eso, además de algo que he descubierto recientemente: la satisfacción de comprar sólo un billete de ida. ¿Qué más dará cuándo vuelva?

martes, marzo 02, 2010

Málaga Cap. IV

Como es la semana previa a un viaje, creo que es el momento de ir cerrando cosas pendientes. Entre ellas, el viaje a Málaga, aunque ya seguramente ha perdido el poco interés que pudiera tener. En fin, ahí va.

5.feb.2010
14:50 Visita frustrada a la cueva de Nerja. ¡Pero el pueblo ha merecido la pena! No abren hasta las 4 y no tengo tanto tiempo :(
Pico algo y me vuelvo a Murcia.






Después de mi exposición en el congreso, lo ideal habría sido quedarse conociendo gente, porque una vez que expones se te acercan muchas personas para comentarte cosas. pero tuve la mala suerte de que era el final del congreso, y tras el desayuno sólo había reuniones y juntas a las que no iba a asistir. Así pues, desayuné, tuve una animada charla sobre los alvinos con dos amigos, sustraje sutilmente un zumo del bufet (no tenia tiempo de ir a comprar), y me fui a Nerja.

El viaje hasta Nerja fue bastante malo; una cantidad de camiones, de obras, el sol de cara, túneles, curvas... pero mereció la pena. Al llegar, casi lo primero que me encontré fue el barco de Chanquete, que estaba en el Parque Verano Azul. Por supuesto, me paré.

Luego fui hasta la playa y, de camino al coche, compré una postal. En ella, se veía el Balcón de Europa, así que le pregunté a la dependienta el camino, y me fui a verlo. El sol había vuelto a salir.

Como no me apetecía comer nada, cogí el coche y me fui a buscar la cueva. Pero llegué tarde, así que, o esperaba hora y media hasta que abrieran, o me iba sin verla. Llamé a mi madre, esperando que me dijera: "veeenga, quédate allí esta noche, que no puedes venirte sin ver las cuevas". Pero en realidad lo que dijo era esto: "¡¡Vente cagando leches pacá!!". Así que me fui.

Pero resulta que una vez que había dejado tan lejos la autovía, todavía quedaba mucho camino por recorrer de costa, y vi un cartel que anunciaba ALMUÑÉCAR. Así que como aunque intento ser buena persona, tengo espíritu vengativo, hice una última parada allí, que es el lugar favorito de mis padres, para hacerme un par de fotos y mandárselas al móvil.

Cuando cogí la autovía, todas las cuestas, curvas, obras, túneles y demás de todo el viaje se vieron anuladas por la peor carretera que ha construido el ser humano. En ella, cruzas precipicios interminables, rodeada de montañas altísimas, y con un aire que movía todos los coches hacia los lados. Horrible. Horrible.

Luego, por fin, salí al tramo de autovía conocida, con unas vistas preciosas de Sierra Nevada y todo eso, paré (pero lo escribí en un folio suelto y, por supuesto, se ha perdido), y conduje hasta las mil para llegar a mi casa.
FIN