8.septiembre.09
Al día siguiente, mi hermana y yo tomamos nuestro primer 42A para ir a la universidad. Allí conocimos a dos chicas de Cáceres que estaban haciendo el mismo curso pero con la beca del MEC y ya llevaban allí una semana, así que no nos perdimos ni nada.
Llegamos, nos hicieron un examen y nos repartieron en clases.
Llegamos, nos hicieron un examen y nos repartieron en clases.
Las clases.
En mi clase había otro chico de 23 años, dos de 21 y, el resto, de 19 a 15 años. Resultado: un caos total. Yo ya soy muy mayor para ir con gente de 15 años. No nos hacen gracia las mismas bromas, no hablamos de los mismo y no tenemos el mismo concepto de mispadresehangastado800euracosparaquevengaaaprenderinglés.
La mayoría se pasaba un cuarto de hora para hacer un ejercicio y el resto se lo copiaba de otro que hubiera terminado antes (normalmente yo). Una era especialmente cargante porque decía: “María, ¿qué has puesto en la 2? ¿Y en la 17? ¿Y en la diez? ¿Y en la…?”. Al cabo de tres minutos y 20 preguntas tenía las 20 respuestas de fonética.
A la hora de corregir pasaba algo que no había visto, no desde el instituto, sino desde los primeros cursos de la primaria. El profesor leía la pregunta y nosotros decíamos la respuesta. Hasta ahí normal. Pues bien, en mi clase estaba el proclamado “líder del grupo”, del que hablaré otro día, y una niña de 15 años, de las que hablan todo el tiempo. Los dos juntos eran una mezcla que saturaba a cualquiera. En el momento que cualquier compañero de la clase contestara antes que ellos, ya te podías olvidar de contestar nada, porque iban soltando todas las respuestas antes incluso de que el profesor preguntara.
Otro tanto sucedía para salir a la pizarra; sólo salía quienes ellos decidían. Los dos primeros días. Al que hizo tres me aburrí de ellos, me senté en primera fila y me tiraba como una loca a la pizarra hasta dos o tres veces por ejercicio. Luego hubo que hacer una revista: ganamos. Un concurso de arriba el lápiz: ganamos.
Y así, gracias a esos dos pesadicos, regresé a lo que habían sido mis años del cole: un aburrimiento total. Escuchaba lo que decía el profesor, al que milagrosamente entendía perfectamente, y luego desconectaba y hacía mis ejercicios. Y cuando terminaba seguía con los siguientes, y los siguientes… y luego pensaba en las musarañas hasta que el profesor explicaba otra cosa. Y vuelta a empezar. Si me hubiera esforzado más en el examen, me habrían puesto en el siguiente nivel y todo hubiera sido muy diferente.
Resultado tras el examen final del curso: junto con otra chica, las mejores notas, no de la clase, sino de todo el nivel intermedio: Excellent en pronunciación, escritura y participación.
Lo mejor fueron algunas de la clase de mi hermana que salían diciendo: “bueno, por lo menos me han puesto dos fail, que es aprobado”. Sí, nena, aprobado y con nota.
5 comentarios:
Bueno, ten en cuenta que esa es la gente que saca un 2 en España y aún me pregunta por qué no la apruebo, si es que le tengo manía, etc. Así que fail para ellos, será aprobado, claro.
que dura es la vida del estudiante.
Muy dura.
vaya paleta, de donde eres hija?
De tu pueblo.
Publicar un comentario